sábado, 19 de octubre de 2013

Como te mueras, te mato

Y yo que pensaba que el tiempo era eterno, que los principios y los finales no eran de verdad. ¿Existe un instante?
Que siempre he vivido sin saber ver más frontera que el viento que te empuja hacia el borde de los acantilados cuando te acercas demasiado. Así vivimos los idiotas, con la cabeza tres pasos por encima de las nubes cuando no traen lluvia.
Y hoy se me ha estropeado el bote de acuarela azul ultramarino.

A estas alturas, aún me cuesta acordarme de que tengo que olvidarte. De que te he mentido demasiado como para que sigas siendo real.
Y que sigo sin saber si tú te acuerdas de recordarme. Qué difícil es vivir sin telepatía, qué difícil cuando llevas a los pies atada la empatía, tirando siempre hacia el fondo, tan oscuro... ¿Quién quedará arriba, si consigo salir, para romper el hielo que se forma sobre mi cabeza? ¿Vendrás a romper el hielo violeta que nos separa?

Queríamos llegar a tocar el fondo azul del cielo, pero al parecer, tengo miedo a las alturas. Aunque prefiero caer que permanecer atada a esa nave que tira de mi hacia arriba. Por eso caigo. Una y otra vez.
¿Gritarás cuando veas mi cuerpo estrellarse contra el suelo?
Lo siento, no tenía el corazón preparado para la despresurización.

Que un día igual que hoy -quizás con más gente, quizás con menos nubes- una mujer de bata blanca me susurró que no me podía recetar maría.
La distancia a la felicidad, resumida en una nube de humo verde. ¿Y si soplo absenta, estaré a tu lado? Si sólo me basta una palabra para dejarlo todo y marcharme, sin maletas.
Como te mueras, te mato.
Pero luego pienso que cómo te voy a querer, si no te gustan los perros.

Ahora estoy estudiando, para fabricarme un corazón nuevo. Uno que no se rompa cuando aumente la diferencia de presión.Un corazón mecánico, que funcione siempre, que no se rompa...
... como el suyo.
Para caer sólo cuando caigas tú también.

¿Se me oxidará el corazón por respirar del mar, porque las lágrimas me caigan hacia adentro?
Quizás me pase la vida sudando agua con restos de metal; una pequeña partícula por cada grieta que intente abrirse paso a través de mi pecho, como ácido que cae desde el techo, cubriendo de negro la lámpara, goteando por todas partes. Ácido que corroe piel, carne y hueso, como una terrible tortura china; llenándome por dentro, desbordándose por mis costados.

Pero ya da igual, hace mucho que mis palabras carecen de línea de flote. Ahora se clavan como agujas en mi cuello, para intentar no morir ahogadas. Mientras esperan a que vengas a romper el hielo violeta. Mientras mi corazón de mentiras espera poder latir al ritmo del tuyo.


Subamos el volumen del miedo. 
Que se alce sobre las nubes de absenta...